A pesar de ser, bajo mi punto de vista, el más representativo de los escritores malditos en Japón, Mishima nunca fue un hombre de pocas palabras. Más bien era de esos escritores pedantes, con un estilo barroco que hace imposible leer un libro suyo del tirón en unas pocas horas. Uno de esos que te exigen leer sus obras con un lapicero en mano. Una de sus teorías más atractivas tiene que ver, contradictoriamente, con lo poco que significaban las palabras o, más bien, con la insignificancia de las palabras. Para él, estas eran solo la manera que las personas teníamos de llenar el vacío que existía entre un hecho y otro. Una manera de acabar con la ansiedad que nos ligaba a un futuro incierto y a un pasado que no éramos capaces de cambiar por mucho que quisiéramos. Le resultaba, a su vez, curioso el poder que las palabras habían adquirido, que se erguían como dioses de aquellos que las habían deseado utilizar como medio. Pero el medio, poco a poco, se convertía en un fin en sí mismo. Según Yukio Mishima, las palabras estaban corruptas siendo conducidas hacia la vacuidad de su propia carencia de significado. Al fin y al cabo, ¿Qué son las palabras?  

Las palabras no significan nada

Puesto que las palabras no significan nada, las palabras no pueden ofenderme, crear emociones ni sustraer parte de mi. Una palabra no sustituye a un hecho, por mucho que queramos equiparar a ambos; las palabras son entretenimiento, los hechos, definición.

Yukio Mishima

Esta afirmación puede irritar a más de un ser humano (especialmente si tenemos en cuenta que este es un blog literario). Sin embargo, lo cierto es que las palabras se extralimitado en su labor inicial de informar, de comunicar. En la actualidad, las palabras son capaces de vencer y convencer. Por eso resultan tan temidas. Sin embargo para Mishima no deja de considerarse la forma y no el contenido. Las palabras desprovistas de hechos son considerados como una pérdida de tiempo, una suerte de ansiedad anticipatoria, de preocupación frente a la ocupación. Sea como fuere, Mishima no predicó con el ejemplo como tantos otros y solo al final fue resultando más parco en palabras. Debe ser algo propio de la adultez en determinados escritores ya que, a ratos, el carácter sincero, desapasionado, cotidiano y directo pero profundamente filosófico, al más puro estilo Haiku, le fue alejando de esa obra básica para cualquier lector, amante del escritor, que se precie que es “El Pabellón de Oro”. Aunque también es cierto que el escritor que planeó su propia muerte no podía madurar de otra manera.

Fuente: “El Sol y el Acero” de Yukio Mishima.

Alex Bayorti

Socia fundadora de la editorial Fuerte Letra. Actualmente a galope entre la editorial y el trabajo como técnico en marketing digital en Volcano Teide S.A.