Las pequeñas penitencias

Adrea Abreu MAGUA Tía Angi me lo dijo bien clarito: Ni se te ocurra botarte por las escaleras, ni se te ocurra. Me lo dijo tan clarito que entendí que me podía pasar algo realmente malo si lo hacía, si me botaba por los escalones del patio de abuela con el correpasillos plástico. Lo hice. Cuando ella y mi madre y abuela se metieron en la cocina para recalentar el café recalentado, me boté por las escaleras. Todo era sangre y mocos. Caliente, suave. La ceja se me abrió como una grieta en la tierra seca, como una flor recién

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